martes, 20 de agosto de 2013

Adolescencia y Violencia Autora: Lic. Susana Tesone[1]




A raíz de una invitación para escribir un texto imaginando estar hablando con padres de adolescentes, se dispararon los pensamientos y reflexiones que siguen a continuación.
Antes que nada me interesa hacer una distinción: generalmente tendemos a describir ‘la’ violencia como un sustantivo, un objeto, algo que está por fuera de nosotros y por lo tanto nos es ajena. A mí me gusta referirme a la violencia como verbo, de modo de incorporarla como una acción, de la que podemos ser capaces todos nosotros: yo violento, tú violentas, él violenta, nosotros violentamos, vosotros violentáis, ellos violentan.  Ello nos permite incluirnos, implicarnos, involucrarnos como parte indispensable en su reproducción, de maneras naturalizadas y por lo tanto, invisibilizadas. Estoy convencida de que estamos necesariamente incluidos e implicados en circuitos de violencia que nos construyen y nos atraviesan. Y que en todo caso es una permanente elección sustraernos a ellos, desanestesiarnos, permitirnos ser vulnerables, ser afectados por lo que nos pasa y lo que les pasa a otros.
Cuando digo que nos construyen y atraviesan me refiero a que hombres y mujeres formamos parte de y fuimos y somos socializados en una matriz cultural que promueve valores patriarcales de jerarquía, subordinación y autoritarismo. Valores que llevamos inscriptos y que son considerados como naturales y universales, prescindiendo de la dimensión histórico-social en la que fueron construidos por la cultura. Esa matriz utiliza una lógica polarizada que divide al mundo en polos opuestos y antagónicos (bien/mal, violento/pacífico, normal/anormal, sano/enfermo, hombre dominante/mujer sumisa, hombre poderoso/mujer débil) y produce contextos favorecedores de reproducción de violencia, cuando la tensión/grieta que se produce entre los polos hace posible su aparición e instalación.
Las creencias derivadas de estos valores llevan a la construcción de una realidad donde la prescripción de los roles asignados a los hombres y a las mujeres que hace la cultura - y que son transmitidos y reproducidos automáticamente de generación en generación, a través de los medios de comunicación, el cine, las canciones, la publicidad, las tecnologías actuales, etc. -, facilita la instalación y reproducción de circuitos violentos.
Ahora bien, imbuidos de esos valores naturalizados, y entrenados en prescindir de los contextos históricos y sociales que dan lugar a la aparición de las diferentes conductas, los padres de hoy están siendo llevados a no registrar su propio sentido común, sus capacidades de ejercicio de autoridad y adultez, aún cuando a veces vean a sus hijos marchar hacia el abismo. La progresiva y cada vez mayor especialización que se ha registrado en los últimos años en las áreas de las ciencias sociales y médicas, ha producido una especie de  vaciamiento de los recursos de cada uno de nosotros como adultos responsables y hemos aprendido a creer que no somos capaces de resolver los problemas o las dificultades de la convivencia con nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros alumnos, si no recurrimos exclusivamente a los especialistas que suponemos son los únicos capacitados para hacerlo. Esto ha llevado por un lado a una cada vez más alarmante patologización de los temas humanos, a una mirada que pone énfasis en – y creo que esto se deriva de la preeminencia del modelo médico sobre el resto de las ciencias sociales – la patología, el déficit, lo que supuestamente falta, en lugar de estimularnos y ayudarnos a visualizar los recursos y las posibilidades que tenemos como personas.
Ello, junto con el brutal cambio que ha significado para nuestras cabezas y nuestras vidas cotidianas el fenómeno de la globalización, ha terminado por impedir o dificultar muchísimo que los padres se instalen como adultos en un lugar de legítima autoridad, sin miedo a ser tildados de autoritarios. Como también, y por ello mismo, a criticar y ver como autoritaria cualquier medida de límite que pretenda ejercer otro adulto sobre sus hijos, y me refiero específicamente a los/as maestros/as y profesores/as, que al presente han quedado sin herramientas que los ayuden a ejercerla.
Uno de los fenómenos característicos que se da en los circuitos donde está instalada la violencia es el de la anestesia. En lo personal o individual se instala como un mecanismo de defensa que ayuda a soportar el dolor de la victimización, la humillación y el maltrato. En lo grupal/social se da de la misma manera. Es tal el monto de violencia de la que somos testigos directa o indirectamente, a través de los diarios, de la televisión, del cine, en nuestros lugares de trabajo, en las instituciones, en la política, que nos vamos insensibilizando progresivamente y convenciéndonos de que tal vez no sea para tanto. Nos vamos aislando, recluyéndonos en círculos cada vez más estrechos, más íntimos, idealmente más protectores. Sin embargo el proceso no es inocuo. Este aislamiento impide la aparición de un pensamiento crítico que lleve a crear – aunque están empezando a aparecer – redes comunitarias que ayuden a enfrentar junto con otros padres esta problemática y a exigir al estado la implementación de políticas sociales de cumplimiento efectivo que impidan que la responsabilidad total por esta realidad recaiga sobre las familias y permanezca en el ámbito de lo privado.
¿Qué les diría hoy a los padres de adolescentes?
·        Que por lo expuesto, es obvio que vivimos en una sociedad estructuralmente violenta.
·        Que sin que ellos pudieran registrarlo y prepararse para afrontarlo, un cambio radical de valores se produjo en el mundo globalizado.
·        Que los códigos en los que ellos fueron criados – algunos revisados y criticados - y que pretendieron transmitir a sus hijos no tienen puntos de contacto con los códigos que el contexto socio-económico e histórico actual impone a los adolescentes para consumo indiscriminado.
·        Que existen poderosísimos intereses económicos vinculados con el consumo de alcohol y droga que están influyendo en todos los hábitos de la vida cotidiana de nuestros adolescentes para hacerles creer que estos hábitos son naturales y propios de la adolescencia.
·        Que desde los 90’ el consumo de alcohol en los adolescentes – especialmente de cerveza – se quintuplicó gracias a esas mismas campañas.
·        Que han venido siendo incitados, y continúan siéndolo cada vez más, a tomar como parte de la ‘cultura adolescente’ hábitos y modos de vida de sus hijos ‘naturalizados’ intencionadamente por esos mismos intereses, con el fin de logar anestesiarlos.
·        Que anestesiarlos es el paso previo necesario para que se resignen a que sus hijos sean considerados ‘carne de cañón’.
A lo largo de los años he acumulado una vasta experiencia en el trabajo con padres de adolescentes y, más específicamente aún, en el área de adicciones. Por ello tengo la oportunidad de escuchar el testimonio de adolescentes en proceso de rehabilitación - que por la etapa del tratamiento en que se encuentran comienzan a ser autorizados a salir a bailar -, y que por primera vez observan todo sobrios y sin ninguna sustancia encima. La mayoría absoluta expresa su desilusión por todo lo que ven: chicos y chicas alcoholizados/as,  vomitando, totalmente “dados/as vuelta”.
La anestesia de los padres es también el objetivo de estos intereses. La recomendación sería: Si sus hijos necesitan cargarse sustancias – primero alcohol y luego algo que los siga estimulando – pregúntense por qué las necesita. ¿Qué les está pasando para que crean que sólo si toman o se drogan pueden relacionarse?
El mensaje es: “si no estás con muchas cosas encima no te vas a divertir”. Lo sorprendente es que estos adolescentes descubren que sí pueden divertirse sin drogas ni alcohol. Y lo más sorprendente para los padres es descubrir que cuando aprenden a poner un límite desde el convencimiento y la seguridad de su decisión protectora, son obedecidos por sus hijos, los mismos hijos que antes desafiaban y descalificaban su autoridad.
Animarnos a enfrentar nuestras propias dificultades, errores, miedos, implica exponernos, reconocer que no somos perfectos. Reconocer nuestras limitaciones puede resultar un gran ejemplo para nuestros hijos. Y nunca es tarde para empezar a hacerlo.

 

Algunos de los obstáculos que dificultan el animarse a hacerlo:


Teniendo en cuenta todo lo desarrollado hasta aquí, las dificultades que enfrentan los padres tienen que ver a mi criterio con:
·        Resignarse y aceptar.
·        Una retirada de su lugar de adultos que tiene que ver con una crisis de la adultez.
·        Pretender ser amigos y ‘compinches’ de sus hijos, sin tener en cuenta que existe una diferencia generacional, lo que implica una jerarquía funcional útil y necesaria.
·        Creer que si no lo son sus hijos no los van a querer.
·        Tener la ilusión de que deben evitar los conflictos con sus hijos.
·        Creer que postergar un conflicto con un sí fácil no acarreará consecuencias para el futuro.

Sugerencias finales:

·        Un NO a tiempo puede parecer difícil de sostener en el momento, pero es una gran inversión a futuro en términos de tranquilidad y posibilidad de crecimiento para los hijos.
·        Las dificultades que tienen los adolescentes para diferenciarse y poder sostener un NO antes sus pares también están relacionadas con las dificultades de los padres para decir NO y poder sostenerlo.
·        Ver llegar a un hijo adolescente alcoholizado todos los fines de semana y suponer que eso es parte de la ‘cultura adolescente’ pone en evidencia las anestesias personales fomentadas por el contexto actual del mercado del alcohol y las drogas.
·        Siempre se está a tiempo de retomar las riendas de nuestras propias vidas y de las de los seres que amamos y que todavía dependen en gran medida de nosotros.


A modo de conclusión:

Salirse de las lógicas que favorecen la violencia supone un verdadero esfuerzo, un palo en la rueda de los automáticos, de lo naturalizado. Implica un proceso político que es personal. Requiere de una actitud de resistencia cultural, de rebeldía en el mejor sentido de la palabra, en el más vital y humano, de deconstrucción de los mandatos culturales que nos dejan anclados a lugares fijos. Y para eso debemos prestarle atención al malestar, a lo que nos hace ruido, a lo que se resiste a entrar en el automático. Es ahí cuando debemos detenernos para activar nuestro propio pensamiento, cuando nos escuchamos, cuando nos permitimos el ‘itinerario propio’, cuando nos sentimos afectados, cuando nos dejamos afectar.


Buenos Aires, 2008





[1] © Trabajadora Social, coordinadora de grupo de padres y atención a familias en la Fundación Programa San Carlos, dedicada a la rehabilitación en adicciones.
Miembro del equipo de la Dra. María Cristina Ravazzola

lunes, 12 de agosto de 2013

3º Jornada abierta de la red de psicodramatistas en Argentina LLAMADA


Abuso. Mantenimiento y Cambio [1] por Dra. Cristina Ravazzola

 Violencia - Abuso de Poder - Discriminaciones



Desde la violencia social hasta la violencia familiar. Algunas reflexiones inconexas.

En los sistemas sociales, las conductas y fenómenos no deseados, como la violencia, son estudiados desde distintas disciplinas en relación a sus posibilidades de mantenimiento y de CAMBIO.
Los varios modelos de explicación de producción, mantenimiento y cambio de las conductas de los miembros de un sistema social deben ceñirse a algunos principios epistemológicos, que serían los siguientes en términos de B. Pierce y Cronen:
a)   no existe isomorfismo posible entre acción y significado (Adorno, Shotter, Maturana)
b)  todas las estructuras son sociales e idiosincráticas (Mischel & Mischel 77)
c)    El contenido y la organización de una estructura dada emergen de la acción social y son potencialmente maleables.
d)  existen diversos niveles de contextos, en función de un orden jerárquico de los mismos. Su número y naturaleza no es fijo. Un nivel es contexto y es superior cuando es necesario para interpretar al otro.

 En el análisis de la realidad social de los microsistemas familiares en los que se repiten acciones violentas, podemos pensar que los actores coinciden en un Manejo Coordinado de Significados CMM si comparten las IDEAS, coinciden en las acciones e interacciones, y forman parte o apoyan estructuras que refuerzan de alguna manera esas ideas y esas acciones, advertida o inadvertidamente. (circuito y esquema de variables intervinientes Ravazzola, 1977).

La violencia en el contexto familiar difiere en cuanto a complejidades y falta de linealidad si la  comparamos con la violencia en otros contextos sociales. Este ámbito funciona como una lente de aumento para permitirnos visualizar los múltiples, complejos  e intrincados componentes de la violencia repetitiva y sostenida, en condiciones supuestamente poco favorables para esa vicisitud (como la palabra del anátomo - patólogo en los ateneos médicos, que es “la última palabra” y la certeza porque es post-mortem).

Por eso mismo, las conversaciones que se mantienen con los miembros de estos sistemas requieren de los operadores una gran habilidad en lo que hacen, dicen y perciben. Deben estar preparados para CONfrontar a los protagonistas con lo que ellos mismos manifiestan, y preparados para que el discurso de víctima de los abusadores no los confundan. De lo contrario, su propia palabra - discurso es peligrosa porque puede reforzar involuntariamente el contexto en el que la conducta indeseada se produce y reproduce.  Hemos visto recientemente un ejemplo con la presencia de Alfredo Yabrán en el programa televisivo de un abogado que oficia de comunicador, Mariano Grondona, en  el papel de un entrevistador que NO CONfronta. (También pasó en ese programa el mismo fenómeno con Amira Yoma y sus valijas con dólares, con Duhalde y hasta con Cavallo.)  La presencia de alguien ante las cámaras de TV no es una garantía de que el público va a tener la oportunidad de participar en la detección y detención de un abuso. Ningún abusador se presenta a sí mismo como tal. Más bien, siempre se presenta como una víctima, y se necesitan  los testimonios de las personas que sufren sus avances, reforzados y confirmados por algún testigo del entorno social, para que la CONversación sea potente, y produzca algún efecto de freno, de límite al abuso (variables del circuito).
        
         Si esto sucede en los medios, en los que los operadores se supone están entrenados para producir efectos en los entrevistados y el público presenciante, ¿qué cabe esperar de los/las operadores/as de un juzgado o de un consultorio psicológico, que son a veces profesionales con poco tiempo de experiencia, que se ven frente a consultas o denuncias de malos tratos entre familiares? No es frecuente que ellos/as estén capacitados y entrenados para saber cómo CONversar e intervenir en este tipo de situaciones.

Otros factores contextuales convergen en el mantenimiento de la violencia social y familiar.

n    H. Maturana y R. Eisler, y otras/os numerosas/os teóricas/os feministas, manifiestan que estamos sumergidos en una cultura patriarcal cuyo corolario material en función de sus dinámicas opresivas, es la violencia casi entendida como sistemática. Este sistema es tan impregnante que difícilmente podemos operar fuera de él, o siquiera pensar sin encarnarlo (John Shotter), por lo tanto opera como contexto social determinante.
n    Los/las estudiosos/as de los temas de género han producido muchos “saberes” acerca de estas configuraciones sociales opresivas y sus efectos sobre nuestras construcciones acerca de nosotros/as y nuestras relaciones, que explican las formas inadvertidas en las que mantenemos los circuitos violentos: a)participación en algunas anestesias perceptuales, b)participación en las lógicas que las favorecen, c)concepciones individualistas de los seres humanos, d)participación en alguno de los aspectos de los circuitos de sostén de la violencia.



                  Desde la violencia doméstica hasta el ABUSO en las relaciones

       Si aceptamos que la violencia implica una interacción de abuso en las relaciones entre personas, esto tiene varias vertientes. Estaríamos intentando realizar una definición relacional de la violencia, en la que un ser humano USA a otro, es decir, lo trata como un objeto de su universo personal, con lo que lo niega como persona, como “semejante”. Y, por último, si hay un abuso, ¿es abuso de qué?

  Hay violencia si hay abuso de poder. En Violencia Familiar, ámbito en el que la repetición del episodio violento juega un papel fundamental, el episodio que se repite marca un eje de diferencia con la ambigüedad del supuesto consentimiento de la víctima y con la confusión del agresor. La  2da vez no es un accidente. Y no digamos las veces que siguen, ni tampoco si el agresor es un adulto y el agredido un niño.
  Pero, en situaciones menos evidentes, aparece el planteo del límite, porque puede transformarse a su vez la defensa en otro sistema violento. ¿Cuáles son los límites de la violencia? Pregunta una colega alarmada por las reacciones contra un niño que besó a una compañerita de colegio y fue sancionado. En situaciones de perjuicio visibles tal vez sea fácil determinarlo. Podemos operar entonces con definiciones que no necesiten sutilezas. Pero también es cierto que necesitamos recuperar la complejidad y la problematización del tema para que estas riesgosas contra - reacciones no invaliden la posible defensa de las víctimas.

      A su vez, es importante  no  cerrarnos a reconocer la existencia de la violencia doméstica  y registrar la impotencia de ayudar a las víctimas quienes, muchas veces, son a su vez acusadas de complicidad o desestimadas por las personas de su entorno y por los mismos profesionales a quienes ellas acuden. Y, los argumentos acerca de las dificultades, giran alrededor de las importantes sutilezas de las que hablábamos al principio, acerca de las cuales, necesitamos estar preparados.

         El Poder tiene Género.
Introduciendo cuestiones de discriminación de género

     Violento a otro si avanzo dentro de su espacio personal sin su consentimiento. Pero, ¿cómo sé acerca de su consentimiento si estoy en un contexto que me “consiente” un lugar de poder abusivo? En este punto, la impregnabilidad de la cultura patriarcal (J. Shotter) es clave. Un signo profundo de la penetración de esta cultura lo constituye la manera de criar de forma muy diferente a varones y mujeres. Los varones aprenden a dar un imperativo de acción a sus urgencias, y las mujeres a no poder formular y sostener un NO, palabra símbolo-baluarte del límite al OTRO y de la percepción-vivencia del propio contorno y el propio NO deseo.  Dónde está entonces, la validez del argumento del consentimiento?
    Si registramos ese orden dominante no debería  extrañarnos ahora el dilema. ¿Cómo poner un NO (antonomasia del Sujeto discriminado frente al OTRO) cuando se es ese OTRO en la cultura, para quien no fue definido el NO, y, justamente, ese su NO debería detener a quien la cultura define como Sujeto-UNO?
      A su vez, y para reforzar las dificultades, las señales de No de las mujeres pasan a no ser creíbles desde varones entrenados en desestimar el valor de ese No por suponerlo una convención de una forma de cortejo. ¿Quién le cree al No de las mujeres?  Ni ellas mismas cuando lo ceden ante algún signo de contrariedad o sufrimiento del otro - Uno.
    
      El enredo violencia-patriarcado es grande. Lleno de sutilezas y complejidades para las que es bueno que estemos preparadas/os.
   Volviendo al planteo de la visión relacional de la violencia, e intentando una visión relacional del poder, esta visión no significa considerar una ausencia de potencialidades y capacidades en los oprimidos, pero sí alguna forma de inhabilitación de su ejercicio. Esto último debido a * razones materiales (diferencia concreta de fuerzas en oposición),  ** razones psíquicas (dependencias emocionales) y/o *** socio – culturales (distintas formas de condena cultural y falta de apoyos sociales). Esta división sólo es útil para poder analizar y considerar este panorama general complejo, no lineal, diverso y problemático de la violencia, de modo tal que nos lleve a las diversas estrategias posibles de ser implementadas en la dirección de los cambios.
 

                        Análisis de posibles discursos

   Es interesante revisar algunas palabras de uso corriente: maestro y maestría, por ejemplo, implican dominio; autor, autoridad entran en el supuesto de que las ideas son generadas por una persona sola : lo que Shotter llama falacia autoral.

   El mismo autor cuestiona la idea de UNO MISMO, del self, como una entidad recortada. Lo define como una imagen que aparece sólo en oposición a otros, como construcción propia y central del tipo A/ no A.

Para pensar algunas categorías que se nos imponen como valores y que vale la pena revisar:

UNIDAD                                                          FINITUD, EFIMERO,
TOTALIDAD                                                   FRAGMENTARIO,
FUNDACIONAL, FUNDAMENTAL              ACCESORIEDAD                                                                            CONTEXTUADO
FUNDANTE                                                                                                                                                        HISTORICIDAD
categorías FUERTES                                        pensamiento DEBIL                                                                                       ¿FEMENINO ?
sujeto TRASCENDENTAL                             
ESENCIAS
causas PRIMERAS
ORIGEN ORIGINAR                                       CO-MANTENER                                   

  Con la de-construcción de los discursos propios de estas categorías de la izquierda re-aparece LO OTRO, el ruido, lo sub-sumido en la totalización, las grietas del sistema, que no es tan homogéneo como se nos presenta.
  Es riesgoso que las estrategias de las categorías débiles y blandas se homologuen a las femeninas. Siguen sonando todas como de-valuadas. De nuevo aquí las investigadoras feministas pueden denunciar la campaña de desprestigio de las estrategias de los oprimidos. Nunca serán vistas como nobles y honorables.





[1] Autora: Maria Cristina Ravazzola. 1998